Serie sobre los oficios informales
Los recicladores: el
“rebusque” al servicio de la ecología
—Crónica—
Por Manuela Torres
El reciclaje no es sólo el proceso por el
cual se amplía el ciclo de vida de los materiales y se optimizan los recursos
naturales. Es también un negocio, una industria. Esta crónica da cuenta de la
actividad de los recicladores, o recuperadores, como también se les llama, que
constituyen el eslabón intermedio de la cadena de comercialización del material
recuperado. Aunque es imposible dar una cifra
exacta de cuántas personas ocupa, dado que se trata de una actividad informal e
itinerante, un oficio típico de la economía del rebusque, se calcula que en Medellín
hay cerca de 3 mil personas dedicadas al reciclaje, muchas de ellas de forma
individual y algunas en situación de calle. El resto se agrupa en cooperativas
de manera más formal, así no tengan un contrato laboral ni prestaciones
sociales.
Eutiquio Molina pasó la mayor parte de
su vida en Yalí (Antioquia), donde nació, conformó su familia y trabajó como
agricultor. Jamás se le ocurrió vivir en la ciudad, pero la violencia que azotó
a esta región antioqueña, sumada a las pocas opciones laborales, en el 2005 le
obligaron a emigrar a Medellín, una ciudad totalmente desconocida para él. Ni
siquiera sabía cómo llenar una hoja de vida para buscar empleo. Así que le tocó
lidiar con circunstancias hostiles y afrontar el choque cultural entre su
imaginario campesino y la dinámica urbana. La decepción por no encontrar empleo
hizo que entrara en depresión. “Me quedé dos meses en la casa llorando, entonces
comencé a reciclar para no morirme de hambre”, dice.
Un año después, Eutiquio se asoció a la Cooperativa Multiactiva de Recicladores de Medellín (Recimed), en la que se ha apoyado para construir su proyecto de vida, pues gracias a las capacitaciones, las asesorías y el acompañamiento de la cooperativa le encontró un significado a su nueva labor y dignificó su oficio como reciclador. Entendió el gran beneficio que éste tiene para la sociedad y para él como persona.
Un año después, Eutiquio se asoció a la Cooperativa Multiactiva de Recicladores de Medellín (Recimed), en la que se ha apoyado para construir su proyecto de vida, pues gracias a las capacitaciones, las asesorías y el acompañamiento de la cooperativa le encontró un significado a su nueva labor y dignificó su oficio como reciclador. Entendió el gran beneficio que éste tiene para la sociedad y para él como persona.
Recimed es una cooperativa creada en 2006 por iniciativa del Área Metropolitana y la Alcaldía de Medellín, que además le brinda algunas ayudas. Con cerca de mil recicladores asociados, es una de las cooperativas de primer grado más grande en Colombia. Nació con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de sus asociados, quienes mediante un aporte mensual de $12 mil acceden a beneficios como uniformes, educación, jornadas de salud, recreación, deporte y subsidios para mejorar y comprar vivienda. Precisamente la casa donde hoy vive Eutiquio, en el barrio San Javier, la compró gracias a un subsidio y a un plan de ahorro programado que le gestionó Recimed.
Eutiquio dice que su
situación ha mejorado un poco, pero reconoce que a todos sus compañeros no les
va igual, y con los ingresos que obtienen les es casi imposible tener una vida
digna. “Hay muchas personas mayores de 60 años que deben salir a reciclar o se
mueren de hambre, pues en este oficio escasamente se puede uno afiliar a una
EPS y no hay posibilidad de pensionarse”, agrega.
Juan Alonso Ortiz es más veterano en
el oficio que Eutiquio. Es reciclador desde principios de los años 80, época en
que el Municipio de Medellín todavía no había cerrado el relleno sanitario de
Moravia y en sus predios empezaba a surgir un barrio de invasión, un asentamiento
ilegal y antihigiénico levantado sobre los cerros de basuras. Allí llegó Juan
Alonso con su madre, hermana, abuela y una tía discapacitada, y en tan precarias
condiciones que se vieron obligados a trabajar como recolectores de materiales
reciclables, escarbando entre las basuras, en franca disputa con los gallinazos.
En 1985 el Municipio clausuró el basurero
de Moravia y entonces Juan Alonso tuvo algún protagonismo mediático como uno de
los líderes de los recicladores del sector. Después siguió en el oficio, deambulando
por los barrios, encontrándose incluso con otros compañeros que se peleaban por
el control de las micro rutas. El material recolectado debía transportarlo en
carretilla (una carga aproximada de 400 kilos) y además buscar las chatarrerías
que compraran el material a mejor precio.
Andando el tiempo vio la importancia
de estudiar. “A la edad de 26 años la sociedad me exigió prepararme. Comencé a
leer libros sobre reciclaje y a capacitarme”, recuerda. Y se encontró con que
los recicladores no son seres “desechables”, sino personas que con su oficio le
dan vida al planeta, y a partir de ese momento, con determinación, empezó a
asistir a cuanto foro ambiental se realizara en la ciudad para comprender a
fondo el ciclo y los actores de la cadena del reciclaje. Hoy, a sus 40 años, Juan
Alonso ya ha dictado capacitaciones en la Universidad Remington y asegura que
es capaz de pararse en cualquier escenario para hablar sobre medio ambiente. Y también
se asoció a la cooperativa Recimed, de la que hoy es directivo. Hace parte de
su comité administrativo, compuesto en su totalidad por recicladores.
Recimed trabaja en convenio con
unidades residenciales y centros comerciales que le reservan el material reciclable.
Así que todos los días a las 6 de la mañana Juan Alonso llega a la unidad
residencial Siempre Verde, en La Loma de los Bernal. Separa los materiales y luego
llama a un motocarro para transportarlo al acopio oficial, a un costo de $1.500
por kilómetro; vehículo éste que le fue donado por la Alcaldía y algunas
empresas, pero que de
todas maneras
no les resulta barato a los recicladores, si se tiene en cuenta
que el promedio de ingresos de éstos es de $23 mil diarios. Además todos deben
aportar para la administración de la cooperativa y, en el caso de Juan Alonso, $60
mil para la salud y $160 mil de arriendo, más el costo de los servicios
públicos.
Los no organizados
Por lo menos la mitad de los recicladores de Medellín no están organizados, trabajan en forma individual y por su cuenta, no tienen acceso a los beneficios de las cooperativas, y un alto número de ellos vive en situación de calle. Sólo les interesa conseguir el sustento del día y asegurar el cuarto de un hotel de mala muerte. Otros son ocasionales, cuando la necesidad se los exige.
Éstos regularmente
van por las calles adelante del los camiones de Empresas Varias hurgando entre
las basuras. No cuentan con ninguna formación sobre manejo de residuos, y constantemente
están expuestas a herirse con materiales cortopunzantes, o a contraer
infecciones por los elementos contaminantes que se encuentran en las basuras. Transportan
el material en costales que cargan a sus espaldas durante jornadas enteras, y
su centro de acopio son las llamadas chatarrerías. En ocasiones usan carretillas,
que se ven obligados a acarrear por empinadas calles, razón por la cual sufren
con frecuencia lesiones lumbares.
Alexander
Saldarriaga vende lo que recoge en la chatarrería “Poder Joven”, la cual hace
parte de una fundación que bajo el mismo nombre ayuda a niños y jóvenes de
bajos recursos y en alto riesgo. Esta chatarrería, ubicada en el sector de Barrio
Triste, centro de la ciudad, atiende recicladores en condición de indigencia y
a los asociados a cooperativas, como también a algunos trabajadores de la construcción
y mecánicos del sector que van
allí a vender metales y chatarra. En promedio, una chatarrería puede recolectar al
mes 15 toneladas de material.
Pero los
recicladores no puedan vender todo lo que recogen, porque las chatarrerías
compran sólo algunos materiales, dependiendo de los precios del mercado, y así la
ciudad deja de aprovechar la totalidad de los desechos reciclables.
Para paliar este problema, la Alcaldía
de Medellín creó centros de acopio, que sí compran todos los materiales y buscan
estandarizar los precios a favor de los recicladores, quienes reciben una
factura en la que se especifica el precio y la cantidad exacta de lo que
vendieron. En general, cada reciclador vende a Recimed una tonelada al mes, y
los acopios reciben entre 4 y 5 toneladas diarias.
En la ciudad hay unas 5 empresas que
compran material reciclado para procesar y usar en sus productos industriales,
a excepción de los papeles, que casi en su totalidad son adquiridos por la
empresa Familia. Los metales los compra la Ferretería
Guillermo Ochoa & Cía S. A., que los exporta en su
mayoría.
Idealista y optimista,
Juan Alonso Ortiz le dice a sus hijos que se siente orgulloso de ser
reciclador, de haber podido con la basura sacar adelante a su familia (vive en el barrio San
Javier con sus 3 hijos y su esposa). “Yo les he dicho
a mis hijos que sea cual sea su profesión, la hagan con amor. Ese es mi lema,
porque cuando hago mi ejercicio yo digo: esto es amor por el trabajo”.
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