miércoles, 9 de mayo de 2012

COLOMBIA: CONCURSO DE MUJERES TRABAJADORAS


Proclamados los 3 relatos ganadores de la 6ª versión del Concurso Voces y Silencios de Mujeres Trabajadoras

Un evento que recoge historias de vida y los dramas
de discriminación laboral de las mujeres


Por Clara Elena Gómez V.
Mujer y Trabajo Decente de la ENS

El concurso Voces y Silencios de Mujeres Trabajadoras, que anualmente convocan y realizan la Escuela Nacional Sindical y la Corporación Educativa Combos, tuvo su acto de premiación el pasado fin de semana en el marco de las decimas jornadas por trabajos decentes, y en el mismo se proclamaron los relatos ganadores y las menciones especiales en esta sexta versión del concurso; relatos que dan cuenta de las historias de vida y los dramas de discriminación laboral de sus autoras.

Porque ese es precisamente el propósito del concurso: promover la escritura de las experiencias de violencia y discriminación de las mujeres en el mundo del trabajo, como una manera de elevar su palabra. Cada año se invita a participar a mujeres trabajadoras de diferentes regiones de Colombia, vinculadas a los                    
sectores formal e informal de la economía, bien pertenecientes a organizaciones sindicales y sociales, o independientes.

Este año el acto de premiación sirvió también de escenario para rendir un sentido homenaje a la memoria de dos entrañables mujeres recientemente fallecidas: la poeta y feminista Piedad Morales, quien acompañó el proceso desde sus inicios; y la sindicalista y educadora Bertha Elizabeth Muñoz, incansable promotora del concurso entre las mujeres con quienes trabajaba, y también ella misma concursante en una de sus versiones.

El jurado del Concurso Voces y Silencios debió elegir entre los trabajos que enviaron 35 mujeres. El primer premio correspondió a Ángela Henao, por el relato “El diario de Sara”, que recoge una historia que muestra el control del cuerpo de las mujeres por parte de los actores armados. El segundo puesto fue para Tatiana Aristizábal, con el relato “Una mamá con mañas”, que narra las peripecias de una joven recicladora, madre de familia, en situación de discapacidad. Y el tercer premio lo obtuvo Liliana Vélez, con el relato “Desalojada de mis raíces”.

Estos relatos, y otros nueve más que obtuvieron mención especial, están recogidos en un libro editado por la ENS, que está disponible para los interesados en su versión digital en el siguiente enlace: http://ens.org.co/apc-aa-files/45bdec76fa6b8848acf029430d10bb5a/VOCES_Y_SILENCIOS_06.pdf

Todas las historias consignadas en este libro constituyen apenas una tímida fotografía del conjunto de dificultades que las mujeres comunes y corrientes viven en los espacios laborales, y una manera de denunciar las condiciones de vida y trabajo de las mujeres, en su búsqueda de un mundo con justicia y equidad. Se trata, en suma, de reconocer las mujeres y sus historias laborales, de exorcizar el dolor, como bien lo expresa en sus palabras Marta Patricia Mesa, integrante del Jurado:

Como jurado podría creer que lo he leído todo. Pero por más que leo estas historias de vida y ´trabajos` ninguna se repite totalmente. Es así como encuentro relatos que me dicen de otros tipos de maltrato, de otros dolores, de abusos más sofisticados, de otras salvajes maneras de invisibilizar al otro, de otras formas de hacer como si se viviera y se tuviera trabajo”.

Por su parte Ligia Inés Alzate, directora del Departamento Mujer de la CUT Nacional, señaló: “Este concurso es una forma alternativa de realizar denuncias sobre las inequidades que las mujeres viven en el mundo del trabajo, y me enorgullece el reconocimiento a una sindicalista como Bertha Muñoz, que trabajó incansablemente por los derechos laborales de las mujeres”.

Y la concursante que resultó ganadora, Ángela Henao, sobre el reconocimiento al que se hizo merecedora, expresó:

“Estoy sorprendida por este premio, pues lo que hice fue desahogarme en el papel. Para mí fue vital el encuentro con las historias de otras compañeras en los talleres, lo que me permitió saber que no soy la única que ha pasado por experiencias de discriminación en el trabajo, escasez económica y humillaciones. Pero lo más importante es sentir que lo hemos podido superar y estamos acá”.


Fragmentos de los relatos ganadores:

Del relato ganador “El diario de Sara”:

Pablo Escobar, el rey de reyes como le diría yo, mandó una amenaza a todo el pueblo de Envigado, en especial a las mujeres que tuviéramos el copete de Alf. Mi tía estaba agresiva conmigo, me cortó todo el cabello sin mi consentimiento. Lloré, en ese momento no entendía que lo que quería era protegerme; para  mí el cabello era como la  sombra de esa  madre que jamás había conocido, sólo sabía  que su cabello era muy largo, y cuando yo me lo acariciaba me sentía cerca de mi madre”. Continúa la historia donde una niña de trece años, es madre de otra niña: “No comprendí nada hasta el 24 de noviembre, día que nació Saray. ¡Qué susto me llevé! Era tener una muñeca humana que lloraba y que se movía”.

Del relatoUna mamá con mañas”, segundo premio:

Papá vendía estuches, mata cucarachas, antenas para televisión, bolis y pensaba distinto que mis tías. Decía que yo estaba incapacitada de los pies, pero no de las manos, por eso me llevó para la casa a pasear y no me devolvió; me enseñó a barrer cogiendo la escoba de un lado y echándome para atrás, a tender una cama utilizando un palo con un gancho pegado del borde. Se iba a las siete de la mañana y dejaba todo listo, yo cuidaba a mi hermanita de cuatro años, pero ella se volaba para la calle todo el día y llegaba antes que mi papá (…) La gente preguntaba que cómo iba a hacer cuando Nicolás caminara, y yo les decía: me consigo “una correíta de perro”. Yo veía a los perritos con una correa que se alargaba si el amo caminaba más lejos y quería una de esas para el niño. Ahora me río cada vez que veo el arnés que le regaló la tía (así le dicen a la correíta de perro), solo que es muy elegante, tiene un bolso con cara de león, y sirve para que el niño no se pierda o salga corriendo sin mí”.

Del relato “Desalojada de mis raíces”, tercer premio:

“A mis doce años mi madre me llevó a vivir con mis abuelitos, retirándome de la escuela y esclavizándome al trabajo material, el que hacen los hombres, sembrando y cosechando toda clase de alimentos. Me tocó aprender a lidiar con bestias, vacas, cerdos; sin contar con la escases económica que vivía, no contaba con un desodorante ni un champú, la crema de dientes era un lujo. De una infancia difícil, pasamos a un largo recorrido por los trabajos más precarios: obrera de la confección, empleada del servicio doméstico, donde tenía menos reconocimiento y apoyo que los perros de la casa: trabajé en oficios varios y en confecciones. El trabajo era tanto que no me quedaba tiempo ni para comerme la coquita de arroz frío. (…) Luego entré trabajar en una casa de familia donde tenía asegurada por lo menos mi comida, pero me acostaba de once a doce de la noche, tenía que comer en frente de los perros, eran cuatro y sólo me inspiraban miedo, sentía fastidio de verlos chorreando babas casi encima de mí y no los podía mirar feo porque ya me estaban gruñendo, y a la señora no le gustaba que se los maltratara con malas caras”.


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