(Nota del periodista Pablo Sirvén para el diario La Nación)
Su relación con los medios audiovisuales demuestra una historia intermitente de premios y castigosUn neumático humeante es, para la televisión, mucho mejor que una idea. Para los canales, unas buenas trompadas -no importa quién las dé ni quién las reciba- resultan infinitamente superiores a una amable entrevista. Gente excitada y en desacuerdo es algo que la TV de hoy prefiere toda la vida a un documental de plácidos animalitos pastando por una verde pradera. Su pantalla sólo ama a los que exasperan, sin distinción de ideologías, se llamen Luis D Elía, Fernando Peña, Cecilia Pando o Nazarena Vélez. No entender esta estridente lógica televisiva es la causa principal de la actual mala sangre oficialista. Intentar imponer un "ideal" uniformado es un objetivo que sólo logran, y con mucho esfuerzo y violencia, los gobiernos totalitarios (Hitler, Franco, Mussolini, los regímenes soviéticos, Videla, etc.). Y aun así, cuando la historia termina arrasándolos, con ellos también mueren, sin dejar huella, sus absurdos corsets informativos. Acostumbrado a reinar, sin mayores cuestionamientos, en los últimos cinco años, el matrimonio Kirchner explotó de bronca por el último grito de la moda televisiva: la pantalla partida en dos, en tres o en cuatro partes, en la que se equiparan atrevidamente los mensajes del poder con las rebeldías del campo y los cacerolazos glamorosos. Suponían que los diez años que graciosamente les ofrendaron a los concesionarios de los canales, extendiéndoles sus licencias, más otros negocios y primicias individuales, bastaban para tener a la TV de su lado e inmunizarlas de por vida del más mínimo mal rato. Pero un día prendieron la tele y no les gustó lo que veían e hicieron pesar a rajatabla lo que el "evangelio" peronista llama de una sola manera: "traidores".
* * * La relación de los gobiernos peronistas con la prensa y, particularmente, con los medios audiovisuales ha sido, por lo general, tempestuosa, aunque también ha sabido atravesar momentos de intenso idilio, en una perfecta alternancia de premios y castigos, de aflojar y de apretar según las necesidades de cada momento. A la hora de señalar los puntos más extremos del odio y el amor que supieron profesarse hay que anotar del lado de las agresiones más graves la seguidilla de confiscaciones, persecuciones, cooptación de voluntades y armado del fenomenal aparato de medios conversos y adictos que alcanzó su máxima intensidad al promediar el segundo gobierno de Juan Perón (1952-1955), la intervención de los canales de TV durante el interinato de Raúl Alberto Lastiri (1973) y la confiscación de prepo y/o a punta de pistola de esas emisoras, durante el gobierno de Isabel Perón (1974-1976). Del lado de las buenas maneras se recuerda la fundación de la televisión argentina, hacia el final de la primera gestión de Juan Domingo Perón (1946-1951), la reprivatizació n de los canales 11 y 13, en los albores del primer gobierno de Carlos Menem (1989-1995) y el mencionado estiramiento de las licencias otorgado por Néstor Kirchner (2003-2007). Eduardo Duhalde (2002-2003), presidente elegido por el Congreso tras la honda crisis de 2001, por su parte, concretó la descentralizació n territorial de los medios audiovisuales, al conceder a provincias y municipios la posibilidad de contar con emisoras públicas propias que la ley de radiodifusión aún vigente vedaba y removió el temible cram down de la ley de quiebras, que evitó que algunos holdings mediáticos quebraran y pasaran a manos de sus acreedores externos. Para bien o para mal, a los presidentes de cuna peronista, los medios nunca les resultaron indiferentes. Sólo Héctor Cámpora, que apenas duró 50 días en 1973, y Adolfo Rodríguez Saá, que gobernó nada más que en la última semana de 2001, fueron los dos únicos mandatarios justicialistas que el tiempo los devoró demasiado rápido como para impregnar al ámbito de la comunicación con sus improntas. Pero conviene recordar que el puntano supo controlar como ninguno la comunicación en San Luis mientras la gobernó (1983-2001).
* * * Desde que llegaron a la cima del poder, Néstor y Cristina Kirchner se dedicaron a aludir peyorativamente al periodismo de manera sistemática, pero en sus preferencias audiovisuales demostraron una curiosa diversidad que para muchos podría resultar incompatible: atendieron con especial deferencia a los medios del Grupo Hadad -que en la última crisis se dio a la tarea de construir una nueva "épica" del helicóptero, medio de transporte aéreo que había quedado muy desprestigiado mediáticamente desde la salida a las apuradas de la Casa Rosada de Fernando de la Rúa el 20 de diciembre de 2001- y a los movileros de CQC , a los que consienten divertidos todo tipo de impertinencias. Para los demás hubo un mutuo pacto de no agresión: Néstor Kirchner les extendió las concesiones una década mediante el decreto 527/2005 y los canales se apolitizaron a más no poder. En su lugar, para distraer, pusieron periodísticos esperpénticos con informes marginales, shows y chimentos prostibularios y desmadraron el idioma sin que el Comfer atinara a decir ni mu. En diciembre último el Gobierno, con la firma del polémico secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, aprobó la estratégica fusión de Multicanal y Cablevisión, y lo convirtió en el mayor operador de cable de la Argentina, que ahora, vino a saberse, transmite las imágenes y "relata" las noticias de manera inconveniente para los inquilinos más notables de la residencia presidencial de Olivos. Y el mes pasado, el Comfer impuso a los cables de todo el país un muy unitario reordenamiento de la grilla de las señales que van del 2 al 15 para beneficiar a canales abiertos y de noticias porteños, en pos de una supuesta "pluralidad informativa" . Raro. Tras los cortes de ruta, cacerolazos y aprietes de D Elía a vecinos de Barrio Norte transmitidos en vivo y en directo, y repetidos una y otra vez, la luna de miel entre la TV y el poder parece haber llegado a su fin. Ahora se amedrenta con la idea de un observatorio de medios de alcances difusos y el nuevo titular del Comfer amenaza con una nueva ley de radiodifusión, que en los cinco años pasados el kirchnerismo no tuvo la menor intención de tocar.
* * *Ahora que los hostigamientos empiezan a multiplicarse y la tentación de hegemonizar y disciplinar los contenidos de los medios masivos desvelan en los principales despachos oficiales, viene a la memoria lo que el 28 de mayo de 1974, un otoñal presidente Perón, 35 días antes de su muerte, dijo a los gremios de la TV reunidos en la Sala de Situación de la Casa de Gobierno: "En 1945, todos los medios masivos de comunicación estaban contra nosotros y ganamos las elecciones. En 1955, todos estaban a favor nuestro, porque eran nuestros la mayor parte, y nos echaron, y en 1972 estaban todos en contra de nosotros y les ganamos por el 60 por ciento. De manera que, vamos, todo es relativo en esta vida".
Por Pablo Sirvén
Acotación del moderador del grupo:
Durante la gestión de Carlos Menem (1989-1999) se modificaron algunos puntos de aquella norma:
* El inciso e) del artículo 45, que impedía ser titulares de licencias a las empresas periodísticas nacionales, estas últimas en referencia a las vinculadas con la prensa gráfica.
* El inciso a), artículo 46, que obligaba a las empresas de servicios de radiodifusión a tener como objeto exclusivo la actividad de radiodifusor.
* El inciso c), artículo 46, que establecía un límite de veinte personas físicas como integrantes de las sociedades radiodifusoras. Con esto se modificaron las disposiciones que impedían la conformación de grupos multimedios.
Se puede ver el texto completo de la Ley 22285/90 y sus reformas en http://www.comfer.gov.ar/
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